Servir desde el corazón

Servir desde el corazón

Ha cargado con su cruz tanto tiempo que ya no le pesa. Encara el sufrimiento del hermano sin medida ni reglas. Se da tanto en el encuentro, que en ocasiones temo recorte su vida de alguna manera, ahora que su corazón está entero y como nuevo. He observado cómo se duele ante el dolor del otro, y sin hacer ruido, reposa su mano grandota en el corazón de aquél que se deja serenar, a la manera de Cristo. Y llora un poquito. Y cierra los ojos… Creo que guarda para Dios la imagen del enfermo, para que el Padre vea que es su mismo Hijo quien ocupa la cama. Hace unos meses hundió sus ojos en la incertidumbre y sufrió.  Se derrumbó y con él todos nosotros. Él, acostumbrado a vivir entre tormentas, arropó su alma con la fe en Dios Padre y volvió  más sereno que nunca. Ayer sentí su corazón como un manantial y supe que la muerte fui incapaz de separarle de este mundo que tanto le necesita. El reverso del amor es el dolor, querido hermano. Hoy quiero decirte gracias por tanto amor. ¿Sabes? Creo que Dios nos salva porque es capaz de “ahogarse” con nosotros, de sucumbir a nuestro lado para tendernos la mano otra vez. ¡Gracias Florencio! César Cid

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