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He sentido hoy cómo tu corazón de madre se resistía a dejar de latir, en un grito mudo y consistente. Y así prolongar el proceso inevitable, anclada en el amor temeroso del tiempo que se agota, desde la esperanza de habitar después de la tormenta. Tu vida comprendió su finalidad mientras el temblor recurrente de tus labios marcaba el ritmo de tus miedos. Creo que las rosas cerradas temen abrirse en soledad. Nadie nos enseña a morir porque nadie sabe hacerlo. La vida es por ello una vigilia descuidada y necesitamos experimentar el desapego, la ausencia y el silencio. Cuesta tanto soltar y seguir la corriente… como a un niño abandonar sus juegos, desde el presagio que marcan ciertos gestos de los adultos en un momento crítico. Hemos orado contigo; orar es aceptar sin comprender el misterio, desde la experiencia que Dios brinda en el drama del hombre. Orar para cerrar las páginas de la vida, para borrar las horas amargas y agradecer cada minuto de vida. Mereces ya la aurora eterna, hermana. Recuérdanos en ese amor que tanto has brindado. César Cid
Un comentario en «Brindar amor»
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Muy hermoso César