La cruz, puerta del cielo

La cruz, puerta del cielo

Hemos decidido transcribir el testimonio de Mónica, Hija del Amor Misericordioso, por su interés. La religiosa nos habló respecto de su labor semanal con enfermos al final de la vida. Mónica, nacida en Polonia, acompaña a un grupo que ora y acompaña a enfermos crónicos y paliativos. “Mi experiencia con el sufrimiento nace a partir de mi vocación religiosa como Hija del Amor Misericordioso. Comencé hace tres años a acompañar y rezar con los enfermos al final de la vida. En la clínica rezamos por y con los enfermos una vez a la semana, después en el convento pidiendo a Dios que les acompañe en el sufrimiento, en la soledad o los últimos momentos de su vida. En la clínica rezando con los enfermos y por ellos, en distintas situaciones, experimento mucho sufrimiento y mucho dolor, pero también muchas gracias y mucha fuerza que el Señor está dando a los que sufren por una enfermedad, a los familiares y también a nosotros, que estamos intercediendo con la oración. Experimento muchas veces que en la cruz del sufrimiento y la soledad, siempre está Jesús crucificado con su amor y su dolor de la pasión; a veces veo que en una parte de la cruz está Jesús y en el otro el enfermo crucificado, que no puede hacer nada. Está en la cama, no puede hablar, esta solo porque los familiares no lo visitan, así como el Señor está postrado en la cruz y callado… lo mismo el enfermo, con su dolor y su impotencia. Hemos visto muchísimas veces que las personas que rezan con nosotros la coronilla de la Divina Misericordia tienen mas paz interior, aunque a veces duden del amor de Dios en momentos tan difíciles. Estas personas están mas tranquilas , más alegres, con más fuerza para luchar y aceptar la cruz de su vida. Es una gracia aunque parezca contradictorio. Recuerdo una mujer que estaba en la cama callada, sin poder hacer nada, sólo movió los ojos. Cogiendo su mano, he rezado por ella y cuando he rezado sus ojos se transformaron; a pesar del dolor y el sufrimiento tremendo vi a Cristo, vi el cielo. Yo creo y experimento que en nuestros sufrimientos o acompañando a nuestros seres queridos en su dolor, en los últimos momentos de la vida, podemos ver la cruz como una gracia, como la puerta hacia el cielo. Si vivimos unidos a Cristo postrado en la cruz vamos a tener más fortaleza, más fuerza y más paz para decir sí a la voluntad de Dios. Para mi, estar con el Señor en la cruz es una gracia que no merezco. La cruz es fuente de fortaleza y así gana la bondad, sobre la maldad. En la cruz, Cristo y yo miramos en la misma dirección. La cruz es mi salvación, la puerta del cielo”. Mónica. Hija del Amor Misericordia

 

 

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