Mirar desde Cristo

Mirar desde Cristo

Se me grabó en su día y resuena en mi memoria, como un eco certero e incansable,  una verdad que aturde mi pobre razonar. Un frase testimonial que una hermana religiosa me regaló en su testimonio, al respecto de la labor que compartimos en el acompañamiento a enfermos al final de la vida: “En la cruz, Cristo y yo miramos en la misma dirección”. Mirar desde la cruz implica que abandonemos aquello que ocupa nuestro corazón que no es amor. Un corazón divinizado.  Una mirada interesada es una mirada inmune a la belleza. Dios ama lo que ve porque su mirada es transformadora y fértil. Y no hay nada que a Dios no interese, aún soterrado por la vanidad y el odio. Él lo reconstruye. Nadie es despreciable para Dios porque su amor es fecundo y revelador. Abrazar la cruz para mirar la vida desde los ojos de Jesús supone abandonarse a su Amor, para ser ofrenda y servicio, en el silencio de su mirada. En Cristo miramos para eliminar las distancias que nos separan de los hermanos. Miramos en Cristo para participar de su Amor en cada instante y vivir con toda intensidad cada encuentro con el hermano que sufre.

César Cid

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