¡Feliz encuentro!

¡Feliz encuentro!

El encuentro interpersonal es un acontecimiento de escucha y diálogo que tiene lugar para proporcionar sentido entre las personas. De todas las razones que provocan un  encuentro, prevalece la que privilegia la existencia como una oportunidad para vivir plenamente. Plenitud articulada a base de empatía, comprensión y consuelo, que poco  tiene que ver con el ideal de felicidad enmarcado en el consumo y las conductas narcisistas. La vida nos brinda no pocas oportunidades para conocernos en el sufrimiento, sin necesidad de buscarlo. Y no hay nada tan universal ni objetivo, tan humano. Y lo humano requiere de humanismo dinámico, de motivación sanadora y de implicación desinteresada. El humanismo cristiano ha iluminado la reflexión existencial del hombre motivando el encuentro transformador, desde la fe en Dios que promueve la salud integral. Es el encuentro sublime con la Verdad que descubre al hombre su vocación esencial: la respuesta trascendente a la salvación  que Dios promueve en alegría de eternidad.  Se trata de condolerse- dolerse con el otro-,  frente a términos políticamente correctos como solidaridad. Mirar a los ojos de quien sufre a corta distancia es dignificar su vida.  Dar sentido a su dolor es la respuesta de quien siente el amor que Dios provee como una gracia. Nunca como ahora se han ponderado tanto las actividades de voluntariado en distintos ámbitos. En ocasiones nos encontramos con personas que llevan a cabo la actividad de ayuda como un desahogo personal, como respuesta a una etapa de crisis (autoafirmación), incluso desde un buenismo manifiesto puramente hedonista. Acostumbrados a relaciones de puro intercambio, encontramos sufrientes abrumados ante la ayuda desinteresada de personas vocacionadas en el servicio al otro. Sencillamente no lo entienden.  En mi opinión Dios revela la verdadera condición que nos sustenta, más allá de los vínculos naturales o de relación. Desde Dios es posible entrar en el corazón del hermano para sentir con él y compartir su existencia desde el amor que consuela y dota de esperanza cualquier circunstancia de la vida.  Emmanuel se encontrará pronto con cada uno de nosotros. Su presencia ilumina (da a luz) los corazones para hacer el bien por puro amor. Él convirtió el frio del pesebre en calor transformador. ¡Feliz encuentro! César Cid

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