Lágrimas de lluvia

Lágrimas de lluvia

La conocí recostada sobre la mesa supletoria. Cabeza ladeada sobre un cojín, en una postura difícil, necesaria para alguien que acaba de perder un ojo. La mano izquierda cubría tímidamente un vendaje exagerado y cruel, anticipo de una visión aún más dolorosa de la vida. Lamentaba entonces- hace cuatro años- volver a casa, porque su nieto tenía miedo de verla con un solo ojo. Así se lo expresó por teléfono, a pesar de sus explicaciones sobre la enfermedad y sus consecuencias: “Estoy igual hijo, no vas a ver nada; está todo tapado”. No he podido olvidar aquél diálogo por alguna razón, ni la desesperación de ella, que hubiera preferido terminar en aquél momento. Cuatro años después me encuentro de nuevo con ella. Me ha costado reconocerla por su estado actual, aunque preguntó por mi nada mas llegar. Tras cierta confusión, me reconoce y llora sus cicatrices abrazada a mi. Me recuerda aquél tiempo pasado mostrando el rosario de plástico azul roto, que cuelga de su cuello, mientras asegura que ha rezado por mi cada día. Ha perdido completamente la visión y me muestras sus cicatrices del alma, esas que duelen más porque pesan mucho. Y sin pudor da gracias a Dios y disculpa cualquier circunstancia externa relativa a su estado.

Su mirada vacía ha llenado mi corazón de sentimientos ambivalentes: sorpresa, rabia y dolor. He sentido que llovía intensamente sobre mí, que no podía moverme. He sentido su soledad y desesperación como una tormenta que termina con olor a tierra mojada. Y a fuerza de sentir su propio desamparo, he sentido su habitación deshabitada por momentos, hasta que su propia voz ha pronunciado una oración que me ha reconciliado con Dios y con la vida.  Nos bendice al salir, con el entusiasmo de un niño asustado. La dejamos abrazada a una capillita de la mater de Schoenstatt, tras palpar cuenta a cuenta su nuevo rosario, esta vez blanco, dando las gracias de nuevo. Creo que las conversaciones al pie de una cama son de otra índole, de otra verdad… Se conmueven los afectos y el tiempo tiembla desbordado. Hoy he visto llorar lágrimas de lluvia. César Cid

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