Soltarse a la vida

Soltarse a la vida

Es frecuente comprobar que el final de la vida genera bloqueos claramente razonables, entre el enfermo y sus personas más cercanas. La certeza de la muerte acontece mientas el yo se aferra aún más a la vida y el entorno se convierte en un paraje árido, de alta contención emocional. Es  mucha la responsabilidad de quienes acompañan el proceso para facilitar la ruptura del yo con el mundo conocido, y que fluya la vida sobrenatural. ¿Cómo hacerlo? No existe una fórmula, pero sí ciertas habilidades que facilitan el proceso. Facilitar la madurez existencial del que se va, creando un ambiente de recuerdo saludable, desde la sinceridad. Compartir con él lo sentimientos que afloran sin miedo. Desde la autenticidad. Ayudarle a a agradecer su vida, en función de sus creencias. Y especialmente trabajar el perdón y el auto perdón. Si somos capaces de soportar el proceso, podremos asistir a la transformación espiritual que suele acontecer, eso sí, no siempre en el plano consciente. Rotas las fronteras de la conciencia y las barreras de la culpa aparece el amor liberador, una experiencia plena que, quienes pueden llegar a verbalizarla, rara vez encuentran las palabras. Es importantísimo que el protagonista participe, en vez de ser simple sujeto de ritos y buenas intenciones. El tesoro es incontenible y su naturaleza es espiritual, no hay nada racional en ello. El enfermo al final de la vida se encamina a un nuevo alumbramiento. De su abandono sin reservas somos también responsables nosotros. Y una vez hechas las despedidas invitémosle a soltar sin precipitaciones ni ruidos, intentando no malograr el maravilloso momento del encuentro con Dios.

César Cid

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