Lo que necesito es un abrazo

Lo que necesito es un abrazo

La tarde comienza a ser noche y la luz entreteje latidos dispersos entre las nubes, como de tormenta.  Visité a María esta mañana, y sentí que debía volver esta tarde, que nada de lo que me dijo entonces revelaba su verdadero estado. Se reconoció insistente en su relación con el personal de la clínica, incluso se definió como pesada… Creo que prefirió humillarse ante mí, encubriendo su verdadera necesidad: estar acompañada. María no camina, se alimenta mínimamente, ve poquísimo y oye aún menos y depende del oxigeno terapéutico las 24 horas del día. Pero su verdadera enfermedad se llama soledad.  Es la soledad y sus periferias, espacios por donde casi nadie transita conscientemente. A mi regreso se ha emocionado como un niño, agradeciéndome sobre manera mi presencia otra vez. Tras un buen rato de conversación me ha pedido que tomara sus manos y, cerrando los ojos me ha dicho: “lo que necesito es un abrazo”. Envuelto en emociones inesperadas, su cuerpo huesudo pareció sobreponerse de un dolor insoportable y se soltó aliviado. Reconozco haberme sentido incapaz de manejar tanta gratitud, además de confuso y algo culpable. La experiencia me lleva a pensar cuánto debo aprender de quienes sufren y me marcan con tanta claridad las verdaderas prioridades de la vida.

César Cid

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