Amar es en presente

Amar es en presente

La libertad de amar y la elección del amor se conjugan en el ahora, en el hoy que contempla una decisión integral- compromete a toda la persona-, que alimenta verdaderamente la inquietud existencial. Hablamos de espiritualidad como la singularidad del hombre, de la condición específicamente humana.

Pero el presente no condiciona la apertura a una temporalidad superior y permite descubrir la importancia de la gratuidad. Vivir el hoy supone apropiarse el vivir, hacerlo tuyo, reconociendo la finitud propia como ser de carencias, como ser que enferma. Como singular es cada encuentro interpersonal, que no ha de medirse en los progresos personales sino en la fidelidad al amor.

En términos espirituales, la Gracia nos permite sobrellevar las circunstancias que corresponden al hoy. Nos mortifica la proyección en el futuro y el peso del pasado. Pero nos basta el dolor de hoy para encontrar sentido en la presencia eterna de Dios, que nos renovará en su amor, para que la novedad del presente nos transforme el corazón definitivamente. Sí, ¡el presente es siempre nuevo! Para el espíritu, el presente está anclado en el continuo de la existencia atemporal, en los brazos eternos del otro, el paráclito, el Espíritu Santo.

El adjetivo presente hace referencia al tiempo actual, pero también a aquél en el que se halla una persona. Si el pasado ya no existe y el futuro es inaccesible, somos presente por los que se fueron y viven ya firmes en la eternidad. Somos en potencia seres eternos desde la experiencia del espíritu (el nuestro) y el vínculo con el espíritu de Dios, dador eterno de eternidad segura. ¿Pensabas que decir ¡presente! al citar a un ausente amado es sólo un gesto social o político? Hoy espera Dios de nosotros que amemos sin medida, como él ama. ¿Te apuntas?

César Cid

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