Y el verbo se hace Caridad

Y el verbo se hace Caridad


    La Epifanía- manifestación- de la tradición cristiana se concentra en la fiesta de la adoración de los magos, aunque las escrituras también consideran manifestaciones epifánicas el bautismo de Cristo por Juan y su primer milagro en Caná. El Verbo encarnado se revela al mundo entero, representado en los tres magos.  Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo. La Epifanía anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo, manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Esta fiesta litúrgica es una invitación a la adoración eucarística. 

   Estamos llamados a continuar ante el santísimo Sacramento la adoración en la gruta de Belén, como gesto de fe y tributo de amor al Verbo encarnado. Arrodillados le adoraron (Mt 2, 11). ¿Qué vieron los magos en aquél pobre establo? Vieron a un niño desprotegido y pobre, nacido por amor, un Amor inefable. Vieron a un Dios débil y pequeño, que se vació de su Divinidad para los débiles y pequeños.

   El encuentro del hombre con el Emmanuel fija el sentido de la relación interpersonal. El encuentro interpersonal es un acontecimiento de escucha y diálogo que tiene lugar para proporcionar sentido entre las personas. De todas las razones que provocan un encuentro, prevalece la que privilegia la existencia como una oportunidad para vivir plenamente. Plenitud articulada a base de empatía, comprensión y consuelo, que poco tiene que ver con el ideal de felicidad enmarcado en el consumo y las conductas narcisistas. 

   La vida nos brinda no pocas oportunidades para conocernos en el sufrimiento, sin necesidad de buscarlo. Y no hay nada tan universal ni objetivo, tan humano. Y lo humano requiere de humanismo dinámico, de motivación sanadora y de implicación desinteresada. El humanismo cristiano ha iluminado la reflexión existencial del hombre motivando el encuentro transformador, desde la fe en Dios que promueve la salud integral. Es el encuentro sublime con la Verdad que descubre al hombre su vocación esencial: la respuesta trascendente a la salvación que Dios promueve en alegría de eternidad.  Se trata de condolerse- dolerse con el otro-, frente a términos políticamente correctos como solidaridad. 

Mirar a los ojos de quien sufre a corta distancia es dignificar su vida.  Dar sentido a su dolor es la respuesta de quien siente el amor que Dios provee como una gracia. Nunca como ahora se han ponderado tanto las actividades desinteresadas en distintos ámbitos. 

   Dios revela la verdadera condición que nos sustenta, más allá de los vínculos naturales o de relación. Desde Dios es posible entrar en el corazón del hermano para sentir con él y compartir su existencia desde el amor que consuela y dota de esperanza cualquier circunstancia de la vida.  Emmanuel se encontrará de nuevo con cada uno de nosotros. Su presencia ilumina (da a luz) los corazones para hacer el bien por puro amor. Él convirtió el frio del pesebre en calor transformador. ¡Feliz encuentro! 

César Cid

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