¿Aprender a sufrir?

¿Aprender a sufrir?
Ante la rebeldía que el sufrimiento provoca en el otro, toca hacer silencio y permanecer; sin mas. Como mucho orar desde lo más profundo del corazón. El dolor está en cada encrucijada de la vida y espera el momento para encarnar en nosotros- en todos- descaradamente, porque ha de hacerlo. Porque es natural. Como la rebeldía del principio, tan propia como absurda… O cuando invocamos la felicidad pasada, esa que no volverá. La opción es mirar el dolor y escucharnos. Él y nosotros, nosotros y él. Escucharle y mirarnos hasta hacernos uno y aceptar los cambios para transformarlos en oportunidades. En el principio de la relación hablamos lenguajes distintos. Con el tiempo podemos reconocer las circunstancias que provocaron nuestro sufrimiento. No importa si duele el cuerpo o el alma; conviene descifrar los códigos y averiguar los designios ocultos, revelados solo ante la fe. Aprender a sufrir. La frase tiene miga y parece esconder cierto deseo patológico, pero no. Nada de eso. Si el dolor es inevitable y el sufrimiento opcional, es por la capacidad transformadora que el propio dolor invoca en nosotros. Es el corazón quien decide pactar una aceptación sana. Y solo entonces vemos que el sufrimiento está en las entrañas de nuestra existencia. Tras una impetuosa tormenta sale el sol. El paso del dolor puede limpiar nuestra existencia, como el agua del río lava las piedras; o arrancarlo todo, como el viento que arrasa a su paso. Aceptar el dolor es sumarse al coro de todos.
César Cid
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