El regazo de Dios

Captura de pantalla 2014-10-16 a la(s) 14.09.37¡Cuánto cuesta revelar a otros nuestras inquietudes! El siglo veinte nos dejó un buen número de escuelas y terapias pensadas para el desahogo del peso de la culpa, la ira y la frustración. Creo que todas han aportado elementos valiosos para liberar al hombre de su sufrimiento, especialmente aquellas que han interpretado la espiritualidad como lo esencial del hombre. Sin embargo aún arrastramos opiniones diferentes respecto a si la espiritualidad es una expresión de lo religioso o una condición específica del hombre, que apela a sus inquietudes existenciales. Es difícil reconciliar posturas, especialmente porque las voces más reconocidas corresponden a puros teóricos que ni siquiera han bordeado una cama de hospital. La lección fundamental pasa por un gesto de presencia paciente y una escucha sincera y respetuosa. Tal actitud proporciona un espacio seguro para que quien sufre pueda liberarse de su yugo sin la presión de un juicio premeditado. Sin embargo experimento no pocas veces que la causa que otorga la verdadera sanación espiritual es de origen sobrenatural, no humano. Ni siquiera las habilidades terapéuticas humanizadoras más recientes alcanzan la profundidad espiritual necesaria para transformar el sufrimiento en paz interior. Solo Dios puede ofrecer su regazo como espacio seguro. Él transforma el llanto en perdón y procura la fuerza para perdonar sin condiciones. La oración y el abandono en su Misericordia son los recursos necesarios para el encuentro seguro y para la intercesión por el hermano que sufre. Con frecuencia vivimos bajo la mirada de los demás (por temor a ser juzgados o interés en ser admirados) o de la propia (complacencia). Solo la mirada misericordiosa de Dios nos libera del sufrimiento que la propia vida desencadena. En su regazo Dios permite cerrar las heridas de la vida y abrir la fuente del Amor. César Cid

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