Las sanaciones de Jesús según María Valtorta

494328913María Valtorta nació en Caserta, Italia, el 14 de marzo de 1897. Enfermera de profesión, tras sufrir la agresión de un manifestante quedó paralítica de cintura para abajo. Hacia el año 1942, orientada por un sacerdote de la Orden de los Siervos de María, comenzó a escribir visiones y dictados celestiales. Iniciaba así una actividad imparable que marcó su vida para siempre. Murió en 1961 sin haber visitado Tierra Santa ni cursado estudios teológicos. Sin embargo escribió una obra extensísima, fruto de visiones y locuciones místicas. Cinco mil páginas de cuaderno ilustran siete años ininterrumpidos de actividad literaria. Entre los años 1943 y 1950 escribió incansablemente sobre los misterios cristianos. Su obra más conocida y extensa es El Poema del Hombre Dios, inicialmente titulado El Evangelio como me fue revelado. 10 volúmenes de revelaciones privadas sobre la vida de Jesús y de su madre, María Virgen, presentados junto a los textos unificados de los cuatro evangelios canónicos. María Valtorta falleció en Viareggio el 12 de Octubre de 1961. Sus restos se encuentran en Florencia, en la capilla del Claustro Grande del complejo monumental de la Santísima Anunciación. En el ámbito cristiano cotidiano encontramos el reconocimiento de hombres y mujeres de origen diverso y vidas peculiares, cuyas experiencias pueden incluso interesarnos, eso sí, desde la distancia. Esto le pasó a Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz… Me reconozco incapaz de definir personalmente qué es la mística, pues el es agota en sí mismo la realidad. Sin embargo sí puedo hablar del místico en su calidad de tal. Habrán de pasar muchos años para que buenos investigadores profundicen en la obra de la autora, desde todos los ámbitos del saber. Su extensión y complejidad hacen de ella una obra peculiar y muy interesante.  «El Poema del Hombre Dios» es literatura, sí, pero bellísima. No importa realmente qué pueda ser, sino para qué sirve. Sólo unos pocos estudiosos podrían reconocer nombres y detalles que María aporta, que no están en los Evangelios, por fuentes extra bíblicas. Ello no variará el valor real de los textos revelados, aunque resulta un magnífico complemento para la fe. En cualquier caso no importa qué clasificación merezcan los textos místicos en cada época, más bien la utilidad que susciten. La autora expresa numerosos datos al respecto, de curiosa coherencia con los pocos que los textos canónicos nos aportan.  Elaboré hace unos años un trabajo académico, en base al estudio de los relatos de sanaciones de Jesús en la obra valtortiana, paralelos a los incluidos en los cuatro Evangelios canónicos. Mi interés nació al descubrir los detalles pormenorizados que la autora aporta, a pesar de no tener conocimientos topográficos ni geológicos, ni haber visitado jamás la Palestina de Jesús. No pretendí un texto apologético ni adviertí un descubrimiento único en los textos valtortianos, para reinterpretar siquiera algún aspecto de la doctrina. Simplemente me parecieron interesantes para la investigación, curiosos para el estudio y para la fe. Quiero aportar hoy los detalles de un conocido relato de sanación realizado por Jesús: «El paralítico de la piscina de Betesda«. La importancia de este relato que sólo incluye Juan, descansa en dos argumentos de Jesús: la violación del sábado y su divinidad expresa. El texto valtortiano requiere detenimiento por sus detalles. Para ordenar al paralítico que tome su camilla Jesús se endereza para adoptar la actitud propia de la curación y parece que también eleva al enfermo:

“¡Pues, álzate! ¡Toma tu camilla y anda!». Jesús, para dar la orden, se ha enderezado (es como si al enderezarse hubiera levantado también al paralítico, porque éste se pone en pie y da uno, dos, tres pasos, casi incrédulo, detrás de Jesús, que se está marchando)”.

Jesús cura de nuevo y ofrece un final para meditar, teniendo en cuenta su cultura contemporánea. Cuando el enfermo le pregunta quién es le contesta: “Estoy por encima de los ángeles. Mi nombre es Piedad. Ve en paz”. Los textos valtortianos contienen diferentes términos y sustantivos que Jesús emplea para identificarse. En este caso Piedad, tiene una lectura profunda respecto de su Ministerio y Misión. En hebreo hesed piedad designa la facultad de unir a parientes a través de actos concretos. Respecto a las relaciones con Dios hesed expresa el lazo entre Dios con la alianza entre él y su pueblo. También la Piedad más poderosa que todo[1], cuya victoria en el juicio final canta la Sabiduría. De esta Piedad estaría dotado el Mesías que establecerá en la tierra el Reinado de Dios[2]. En el Nuevo Testamento Cristo es El Piadoso[3]. La espera de los que desean servir a Dios en la piedad (hosiotes) es colmada por la Piedad (eleos) de Dios que envía a Cristo[4]. Si resulta interesante continuaré publicando los detalles del resto de relatos de sanación. César Cid

Más información de la autora centro valtortiano

Notas

[1] Sab 2- 5

[2] Is, 11,2

[3] Act 2, 27

[4] Lc 1, 75

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