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La enfermedad para el tiempo, agita los sentidos y nos obliga a mirar la vida (la propia) desde el margen inevitable del lecho al que nos conduce. Es la mirada en la que me fijo hoy, valga la ambigüedad. La enfermedad nos presta una luz para observar pequeñas cosas en las que no nos habíamos fijado. Nos revela a personas que tal vez nos parecieron insignificantes, pero sobre todo nos cambia ideas y opiniones en las que se basaba nuestra cotidianidad. Quizá no nos guste este selfie, tan de moda, precisamente porque es la imagen exacta de lo que somos. La enfermedad es una llamada que no esperábamos, una cita inesperada con nuestra vulnerabilidad que nos sorprende con la realidad mas cruda. Claro que la enfermedad suscita un significado por el sufrimiento que genera y por la situación que revela. Si seguimos mirando más allá de las lágrimas, encontraremos la fortaleza del alma, el espacio intocable, el recinto custodiado. Allí donde Dios sostendrá nuestra debilidad para que descubramos el sentido misterioso de lo que nos espera. Así de débil podrá Dios fortalecerme. Así convertirá Él mi pena en alegría para otros, amigos o enemigos. Así. César Cid
