Transfigurados

157418879Jesús muestra hoy su gloria ante testigos, para escándalo de incrédulos de la redención. Su cuerpo transfigurado nos muestra que la fe supera al miedo, como el amor supera a la muerte. Nuestra oración ante el enfermo al final de la vida es además  alabanza a la Misericordia de Dios, para que transforme su nada corruptible en sustancia divina.  Oramos y escuchamos al Hijo Amado, que anduvo primero el camino del cielo para despejarlo de jirones y pedruscos. Se trata de un acontecimiento que el enfermo no puede compartir porque es cosa de Dios que, en tal intimidad, quizá nos regale un atisbo de gracia iluminando al hermano para pacificarnos. Y quedamos en la orilla, doloridos en misteriosa comunión póstuma,  mientras él funde su humanidad con la cruz de Cristo, transfigurados. Y quedamos aquí, sobrecogidos por tanto amor, que solo acontece en el orden sobrenatural. Bien el amor, bien la muerte, solo tienen sentido en la de Cristo. La soledad del hermano que muere es transfigurada por Dios, gracias al rescate que brotó de la soledad de Jesús. Y el regalo es su presencia silenciosa, ante la profundidad última de toda humanidad, hermanos. Es el Espíritu Santo quien vela la muerte, para que ningún hermano sienta la soledad de Gestsemaní. Si Cristo es el Dios para los hombre, el cristiano es el hombre para el hermano, vida para el amor. En su presencia eucarística está el sufrimiento de todos los hombres, comunión en el sufrimiento de la humanidad.

César Cid

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