ALI SE MUERE

ALI SE MUERE

Ali nos deja el sentir amargo que solo la impotencia suscita, porque se muere a bocajarro, reducida a unas lágrimas brillantes que exportan ansiedad y amor auténtico. Acepta dejar las vidas que parió en dos ocasiones, en esta orquesta de sentimientos incomprensibles, desencarnada ya de lo fue durante su  corta vida. Se desmoronó hace unos días tras el pronóstico. Y sus preguntas arañan aún mi corazón confuso ¿De qué o de quién se salva uno cuando muere? Y la pregunta me suscita otras que no puedo formular a nadie. Le digo que creo necesario salvarnos de uno mismo: de los lastres, errores y burradas que hacemos durante nuestras vidas. Y que reconciliados, avanzaremos a ciegas dejando atrás estos cuerpos cansados de tanto cortejo. Prefiero que se me pase la verdad que el dolor de cabeza. Engañarme y creer que Ali no puede morirse para siempre, como si todo esto fuera una historia suplantada a la verdad. Ya sé que Dios actúa en silencio, pero creo que tarda en hacerlo y se me atraganta el tiempo. El dolor es descomunal. He estado en este desierto muchas veces, muchas, pero hoy no concibo la esperanza, ni un atisbo de ella.


César Cid

Volver arriba