Sentirle (Jesús) y dejarme sentir es una cosa extraña en la fe. Hacemos planes, buscamos la manera de estar a Su lado. Pero sin darnos cuenta que solo es poseerle y no dejarle Ser. Jesús, busco estar a tu lado, pero solo lo deseo para controlar, para que me ayudes, para condicionarte. Deseo tenerte, pero no para compartirte, no para dejarte que seas para los demás. Solo te quiero para mi.
¡Como me resuena esto en boca de tus primeros discípulos!
Deseo comprenderte para ver mi lógica en Tu lógica, mi pensamiento en Tu pensamiento. Mi necesidad en Tu necesidad. Pero en el fondo solo quiero que me comprendas, que me justifiques y que me dejes ser yo. No dejarte a ti ser Tu. Podría seguir, pero en el fondo no deja de ser miedo de la nada de Dios. El miedo del vacío en Dios, el miedo de ser un fracasado ante el Misterio de Dios y ante mí mismo. Pero si te miro a Ti, Jesús, ¿qué veo?: un ser vacío de divinidad, fracasado en la instauración del reino prometido. Una ser que nada tiene, o que a nada da importancia. En tu tiempo no fuiste poderoso, ni importante… Sencillamente fuiste el hijo que amaba como amaba su Padre.
Y esto al final me da miedo. Por eso busco poseer, tener y tocar. No me pongo en tus manos, no dejo que seas Tu en mi relación contigo. Es como una nube que no sé controlar, que no poseo, pero que me da sombra. Y aún siento que esta nube del no saber es lo que deseo, es decir, que tú seas Dios en mi debilidad, mi todo en mi vacío y la mano tendida para acompañarme.
Ignacio Ortíz
MSF

