Pocas veces leemos sobre la actitud positiva de Jesús ante la vida que el Evangelio evidencia, si somos capaces de leerlo en clave de Buena Nueva. Alegría que no abandona la mirada de quienes sufren, pero activa cierta vitalidad en la cotidianidad [1], como en una celebración matrimonial. Alegría que nace de la experiencia de Dios, que Jesús sella con el saludo de la paz bíblica, Shalom, vértice del dolor y don mismo [2]de su presencia. Todos los evangelistas irradian empatía y acogida en los textos de encuentros con Jesús. En todos, Jesús responde a la realidad de los encuentros con propuestas sorprendentes. Por ejemplo, no ejerce directamente el perdón, sino que describe cada detalle del encuentro, para finalizar con el pasivo hebreo: “ tus pecados te son perdonados… ” [3]. Sus gestos más criticados, el acercamiento a publicanos y prostitutas, es una apuesta total sobre el hombre y un escándalo social de grandes dimensiones, no solo por los hechos en sí, más bien por la actitud positiva y diligente de Jesús para quienes estaban enfrentados a su entorno. La alegría de Jesús es el reflejo de la bondad de Dios que la humanidad- aún hoy- asume con dificultad. El encuentro con Dios llega hasta donde no puede llegar cualquier otro encuentro. Su profundidad es única y trasciende cualquier otro rasgo de acogida convencional.
[1] “ ¿Cómo van a ayudar los amigo del novio” (Mc 2, 19).
[2] Lc 24, 36.
[3] Lc 5, 20; 7, 48
