Me dices que la enfermedad ha destruido tu proyecto vital, que todo lo que conseguiste está destruido. Y entiendo qué doloroso resulta comprobar cómo cambia la aparición de una enfermedad en la vida del hombre. Sin embargo creo que la enfermedad te está hablando para que ahora decidas sobre qué quieres construir tu vida. Tu proyección vital ha cambiado, simplemente, pero tu vida sigue, y sigue de tu mano. Tu vida no está destruida, simplemente se está abriendo a algo nuevo, se está abriendo a Dios. Mira, si construyes sobre Dios la enfermedad no puede aniquilarte, hermano. Claro que la enfermedad te interroga sobre el sentido de tu vida, sobre lo que puedes hacer con ella. Se me ocurre que puedes preguntarte qué deseas transmitir con tu vida, qué huella quieres dejar en el mundo. ¿Te das cuenta que desde la enfermedad puedes descubrir valores importantes que antes ni advertías? Mira, el silencio, la música, la oración, los encuentros personales, la naturaleza… La enfermedad puede descubrirte el espacio interior de silencio en el que Dios se relaciona y vive contigo. En ese espacio estás íntegro y a salvo y la enfermedad no puede acceder a él. ¿Entiendes? Lo importante es la manera en que te relacionas con la enfermedad; se trata de un desafío profundo. No está reñido luchar clínicamente contra la enfermedad y aceptarla como vía de acceso al misterio de la vida y al Misterio de Dios. En la certeza de no poder garantizar tu vida, Dios te dará signos de su presencia real, que no te dejará ni el momento de la muerte. He conocido a enfermos agradecidos por su enfermedad, porque han aprendido a relacionarse sinceramente con los demás, a aceptar con agradecimiento cada momento de su vida, a vivir intensamente cada encuentro. Percibir a Dios como la meta transforma radicalmente al hombre. Familiarizarse con Él supone aceptar la condición natural del sufrimiento que, madurado, culmina en agradecimiento sincero. No tengas miedo, hermano.
César Cid
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Es un hombre de sobrada experiencia para confiar en sus juicios.