
Todos los días arrastran algo que olvidar, en el impulso traidor que confunde lo que nos conviene con lo que nos esclaviza. Este crepúsculo lluvioso de hoy está tiznado de dolor y de verdades abandonadas. De renuncias y de promesas desaliñadas. Siento hoy más sutileza en el miedo que en tu silencio periférico, y distraído, respiro con retraso y cierta solemnidad, como un viejo reloj de pared. No te molestes, tampoco yo sé qué pasa. Es como si hubiera perdido la consciencia de mi conciencia, o al revés… No sé. Al menos con mi tristeza puedo llegar hasta tus sueños esta tarde fea. Voy a esperar un claro para prestarte esta penumbra primitiva, para que la pintes de luz y de esperanza.
César Cid