Ante el dolor silencioso y entregado de un enfermo, brota una oleada de paz indescriptible que nos revela la autenticidad del amor que la contemplación nos brinda. La pequeña habitación es un micro mundo de cuatro paredes decorado con miedos. Cuidadosamente, la plegaria da forma exacta a la palabra justa que engendra paz y sosiego. Desde nuestras pobres miradas comprobamos la fuerza del amor que su esposo, anciano y cansado, evoca desde su mano estrechada y calurosa. Unidos en el espíritu, sentimos la ayuda y voluntad divinas que asisten en el silencio, con discreción y respeto. Armonía entre el mundo y la eternidad, entre Dios y el hombre. Con los ojos cerrados ora ya sin palabras, contenida. Creo que ha cambiado el miedo por la expectación y siento su corazón tocado por la plegaria. Y creo que empieza a soltarse. El camino no está donde nos lo indican, sino en nuestro corazón, cuando deja de resistirse a los anclajes mundanos. Una lágrima tímida invita a las nuestras, para bañar de emociones el regalo de acompañar cada día.
Cada vez estoy más seguro de que el final de la vida está bañado de Dios, para el que se va y para quienes lo acompañan. Se desprendió de recuerdos dolorosos con una leve sonrisa, apenas un ligero movimiento ascendente en la comisura de los labios. Un parpadeo firme y decisivo me confirmó después que iniciaba la partida. Y sentí que aceptaba mi presencia inmerecida sin dudarlo, con una certeza rotunda. Recogí su mano derecha, coloreada caprichosamente durante la última batalla, entre las mías. Y cerré lo ojos como él, para invocar con respeto al amor que ya habita en su alma, ahora grial sagrado que contiene la savia de la vida. Envuelto él en silencio sublime, sentí su abandono lentamente y supe, sin mirarlo, que lloraba. Suspendido el pensamiento, las lágrimas purificaron su cuerpo de todo sufrimiento, en una turbación desconocida que libera el ser de toda atadura. Un llanto necesario para el viaje, que aligera el peso de la fatiga y la gravedad. Es como si el agua de sus lágrimas renovase la fragilidad en fortaleza, desenredando así los vínculos con el mundo. Tras un leve espasmo, sentí su mano liberada de tensión entre las mías. Se soltó de la vida en un instante, envuelta en una paz indescriptible.
César Cid
Un comentario en «¡Contempla el Misterio!»
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Maravilloso relato, que me hace sentir que el amor de Dios se encuentra siempre en nosotros.