La dimensión sanadora de Jesús

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Los sacramentos de la Iglesia continúan hoy lo que Cristo hizo1 durante su vida terrena. Él toca, reconforta y cura a través de ellos. Son, por así decirlo, las manos terrenales del Señor celeste. La definición de  C.  Schoborn contiene la esencia de la vida eclesial, como sacramento del amor de Dios. Cristo no fue un médico de su época ni un taumaturgo judío. Cristo fue el Sanador de Dios durante su vida terrena. Cristo no cura para mejorar la salud, ni siquiera para eliminar los síntomas de la enfermedad. Cristo sana al hombre completo, restituyendo así su relación con Dios. La sanación es profunda, completa e inmediata. Ello comprende el perdón de los pecados2 y el reconocimiento (fe) de quien lo recibe. El hombre sano está reconciliado con Dios, unido a Cristo y lleno de Espíritu Santo. Las sanaciones de Jesús son signos evidentes de la llegada del reino. La fe desempeña una función de mediación3 respecto al poder del reino que se ejerce en Jesús. La teología ha observado tres expresiones de fe a este respecto: fe en el poder de curación, aclamación de fe que sigue al milagro (sobre todo en Lucas) y fe que se identifica con la conversión esperada por Jesús como respuesta al milagro. En cualquier caso la fe es condición para ser curado por Jesús. Sólo así el reconocimiento de la curación (milagro) abre al misterio de Dios4. En esto consiste el diálogo que Dios entabla con el hombre a través del milagro. El objetivo de Jesús no es la curación, sino una verdad oculta que restaura al hombre completo según el plan de Dios. César Cid

Citas

1 Schöborn, Christoph. Fuentes de nuestra Fe. Ediciones Encuentro.  2 Mc 2,5
3. 3 Latourelle, René. Teología del milagro. Sígueme.  
4 Dufour, León. Los milagros de Jesús. Cristiandad

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