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Cuántas veces hemos imaginado escenas de la vida de Jesús, momentos precisos, especialmente en el encuentro con las personas a quienes trató. Su mirada, su sonrisa, su manera de caminar o su manera de escuchar. Según revelan los evangelios, Jesús se relacionó especialmente con personas en situaciones de dificultad, desapego, sufrimiento y dolor. Pienso que Jesús sentía con el corazón y corresponde pensar que escuchaba para comprender y dar sentido a lo que escuchaba. Lo hacía aceptando incondicionalmente a la persona sin juzgarla, profundizando en las circunstancias del otro desde el amor incondicional. Jesús escuchaba devolviendo consuelo y serenidad al sufriente con su sola presencia. Tras una acogida cálida y respetuosa, se preocupaba por la situación del otro y se ocupaba de él, haciéndole sentir con firmeza el plan de Dios para con el hombre, desde el compromiso filial que Él asumió. Su escucha es liberadora porque propone una vida nueva, sanada de prejuicios y pecado y reconciliada con Dios, los hermanos y consigo mismo. La fe en Cristo nos invita a escuchar al hermano al modo de Jesús. A comprender y acompañar sus miedos, a respetar sus sentimientos, aislando nuestro ego para entrar en sus circunstancias y ponernos en su lugar. César Cid
