Del alma

117146538Hace varios días que aparcó su cuerpo en la cama y comenzó a vivir sin él, desde el aposento de su alma. Ha decidido que las hemorragias no son suyas y que el dolor no le pertenece. Ha decidido no volver a sufrir y se ha instalado en sus mejores recuerdos, lejos de su piel descolorida y magullada. Ha dejado de hacerse preguntas ridículas y ha decidido morir, sin un gesto. Tanto tiempo sin hablar sobre lo que sentía, que creyó incluso no sentir nada; como ella. Una vida cobarde para una muerte valiente. Nada tiene que perder y abraza ya la voluntad de Dios y sus designios. Ahora se siente liviano y liberado de responsabilidades absurdas. Ya no quiere aferrarse a nada para suspenderse a la deriva que el amor produce. Todo se desvanece ya, tras una vida vivida a medias. Recuerda haber esperado algo, aunque los demás no se dieran cuenta. Un éxodo inconsciente, eso ha sido su vida- piensa-. Ahora imagina que todas las personas con las que se relacionó no eran cuerpos habitados, pues nada conserva su alma de ellas. Ahora siente su ser algodonoso y no percibe si es día o noche, si hace calor o frio. Comprueba que nada es como se lo enseñaron. Después de aceptar lo que no existe como si existiera, comprueba que todo es Él, excepto lo que él era y que nada es como imaginaba. Que el mundo está a salvo y él no lo sabía. Que la vida es batalla interminable, conflicto tras conflicto, habitado el mundo por personas que como él, vagamos perdidos hasta descubrir el verdadero sentido de la existencia. Que la única certeza no se nos revela durante la vida, sino en el alma, a la postre de ella precisamente. Tras un zumbido como de colmena abrazó la Vida, esa a la que aspiramos sin necesidad de creer en ella ni en quien la provee. Porque es tanto el Amor que se derrama que solo el alma es capaz de acogerlo. César Cid

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