Eterno presente

superthumb (1)He interrumpido las visitas de esta tarde porque necesitaba encuadrar una idea que no es mía y escribir estas líneas, antes que mi ego continuase sacudiéndome con asuntos mundanos que me afectan especialmente en estos días. Es el mundo espiritual que nos regala esos inputs que claramente no nos pertenecen. ¿Impulsos del Espíritu? ¿Mociones del alma? No lo sé, pero lo he sentido como una necesidad. Me despedía de un enfermo tras una conversación superficial. Al cerrar la puerta de su habitación he sentido salir a otro espacio distinto, menos luminoso e inquietante. Me he sentido desprotegido. Durante unos segundo pensé en volver a entrar, pero no encontré excusa convincente para ello. Suspiré despacio y caminé por el pasillo, hasta que la idea se apoderó de mí con toda fuerza: Dios está presente especialmente ante el enfermo, en su entorno. La habitación es el Debir[1], el espacio sagrado que Él nos permite compartir si así lo deseamos. Orar con un enfermo es salir del tiempo convencional para saborear el presente continuo de la Eternidad, el no tiempo de Dios. No se puede concebir el tiempo que vivimos mas que en el pasado. Si pienso en dar un paso, el tiempo lo transforma en pasado en el instante de darlo. ¿Cuántas veces perdemos la conciencia del tiempo durante la oración? Nos ponemos en presencia de Dios antes de orar, como un acto mecánico sin adquirir conciencia real de ello. Creo que los latidos del corazón actúan como marcadores del tiempo. El corazón late millones de veces desde el nacimiento hasta la muerte. Y no importa qué hagamos, que la conciencia lo transforma siempre en pasado. Es en Dios que nada muere y solo en Dios es posible vivir un presente futurible. César Cid

[1] “Debir” es un término hebreo (דביר) que designa el lugar más sagrado del Templo de Jerusalén, el “Santo de los santos” o espacio del Templo en el que se guardaban las Tablas de la Alianza.

 

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