El vacío del hombre

El vacío del hombre

El vacío del hombre de hoy es una realidad callada, porque tiene miedo a darse cuenta del sinsentido existencial que experimenta. Es un vacío  del que no se habla, que no se menciona. Sencillamente se sustituye por una especie de abismo. Pero no es el abismo geológico que da miedo. Se trata de una metáfora sobre un abismo que nos lleva a vivir sin esperanza. Aunque no es esa sensación perceptible y visible, es otra  que lleva al hombre a vivir la vida cotidiana haciendo cosas, generalmente novedosas. A consumir mucho por un deseo de felicidad instantáneo.  Un actividad que por novedosa acalla mi/ tu verdadera incapacidad de amar y ser amado y nos lleva a vivir  acelerados, pero a la vez deseosos de parar.  No paramos para descubrirnos, encontrarnos y encontrarnos con los otros,  sino para salir de esa sensación de vacío,  desde el relato maravilloso e ilusorio de nuestro mundo actual.

Escapamos de nuestro dolor, poniendo kilómetros, cosas y personas a nuestra necesidad de ser amado de verdad. Por ello quiero volver a un relato bíblico, siempre sugerente y novedoso: El Hijo Prodigo. Ese hijo que huye de ser amado, capaz de matar para vivir su vida, desde su libertad, para vivir en su ideal  de vida fluida.

Pronto irá experimentando que las relaciones que vive solo le aportan soledad, una vez que se agotaron sus recursos materiales. Y se da cuenta que necesita un espacio para vivir y calmar su hambre de relación. Lo único que encuentra es soledad. Hasta el punto de envidiar a un grupo de cerdos que se alimentan de bellotas. Frutos que están a su alrededor, en la propia naturaleza. Buscarlas es lo único que hay que hacer, pero no se atreve o no sabe hacerlo.

Desde esa incapacidad- muy propia del ser humano- piensa en la comida de los criados de su padre, los más pobres del entorno familiar que abandonó. Pero no es capaz de pensar en el amor de su padre ni de sentirse amado. Emocionalmente su estado le hace sentirse un siervo, consciente de su situación. Y aquí nace la sensación de vacío: sentirse amado es sentirse portador de sentido, de razones para vivir, de razones para la esperanza. Pero sentirse siervo es esperar que las razones me la den otros y si no me las dan, no se que hacer, no sé como vivir, no sé cómo amar y cómo relacionarme. Siervos de la inmediatez, de la mentira, de ciertas obsesiones.

Es tan clarificador este relato que me hace ver que el problema es la incapacidad el hombre para relacionarse con sus semejantes y con Dios.  Porque relacionarse es saberse portador de esperanza, en uno mismo y en el otro. Es vivir de cara al otro dejándose amar, sabiéndose necesitado y capacitado para dar.

Y entonces, aquél empieza un camino donde necesita ir despojándose de su falsa necesidad, que le han creado otros y ha creído que le hace feliz. En ese camino se siente necesitado de alimento  sin darse cuenta que lo que realmente necesita es sentirse digno. En ese camino se siente siervo, porque así ha calmado siempre su soledad. Pero el encuentro con el Padre-Dios no le hace siervo, sino hijo. Le hace sentir que su vida tiene sentido, por que siempre es amado. Se reviste de una identidad, la del hombre libre, ya que no decide, se la otorgan gratuitamente.

Esta experiencia de ser persona nace y crece en dejarse reconocer por el otro y aceptar la gratuidad del amor que dignifica. De la gratuidad que te da el sentido de la vida, no por lo que tú aportas, si no por cómo eres amado. Entonces te descubres a ti mismo como el hombre necesitado, pero a la vez como el hombre donado. No eres amado por lo que haces o dejas de hacer, sino por la gratuidad de Aquel/aquel que te llama por ese nombre interior y que te hace ser portador de sentido. Ese yo que descubierto como digno, que te abraza y te hace ser.

Este es el misterio, pero me pregunto: ¿Por qué tenemos miedo? ¿Por qué preferimos a veces vivir en el vacío?

Nacho Ortiz, MSF

Septiembre 2023

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