¿Quién es el discípulo amado de Jesús?

¿Quién es el discípulo amado de Jesús?

Según los evangelios, Jesús eligió a doce apóstoles. Pero el evangelista San Juan no nos dice el nombre de los doce. Además, aparece un discípulo, cuyo nombre es misterioso, cercano al Maestro, que comparte los momentos más íntimos de Jesús y que figura hasta en los últimos versículos del Evangelio, pero cuyo nombre no menciona y simplemente lo designa como “El Discípulo Amado”.

Este discípulo aparece en los siguientes momentos: la Última Cena, apoyado en su pecho (Jn 13, 23-26). Se le menciona después en la cruz, en el momento que Jesús agoniza (Jn 19,25-27). La tercera cuando se difunde la noticia que el cadáver de Jesús ha desaparecido, la tumba está vacía y él corre y cree (Jn 20, 1-10). Y al final en el capítulo 21, se les aparece Jesús; los discípulos están pescando y el único que lo reconoce es él (Jn 21,7); en el quinto episodio está detrás de Pedro y de Jesús y es el discípulo que se queda (Jn 21,20-23). Y el último dato que tenemos que él es la fuente de información del cuarto evangelio (Jn 21,24).

Seis informaciones y no nos dice nada de nada de este discípulo. Si volvemos a la cuestión ¿Quién es el más amado? Los estudiosos de la Biblia se han dividido en dar respuesta. Unos que Lázaro, pero por Mateo sabemos que no estuvo en la última cena. Otros que el joven rico, pero es el único que rechaza la invitación de seguir a Jesús. También se ha propuesto a Natanael,  pero de él sólo habla Juan.

La última cena

Hay una sugerencia unánime: Juan. Que es una tradición avalada por San Ireneo en el siglo II, que fue el discípulo que se reclino sobre su pecho. Ninguna otra hipótesis cuenta con una tradición tan antigua. Además, hay un detalle curioso:  que el cuarto evangelio es el único que no nombra al apóstol Juan. Esto ha sido interpretado como que el mismo autor Juan, el discípulo amado, por modestia y humildad ha preferido callar su nombre y así no aparece como el discípulo predilecto. Pero, como sabemos, Juan pertenecía a los discípulos más cercanos a Jesús, los que le acompañan en las grandes experiencias.

Todo esto lleva a revelarnos algunos argumentos que llevan a cuestionar la figura del apóstol Juan: si Juan es el autor del evangelio y  es el discípulo amado, ¿habría sido tan soberbio para identificarse como tal? Lo que más desaconseja identificarlo es la diferencia de carácter que encontramos entre ambos personajes: Juan aparece en los evangelios como un hombre que ambiciona grandes cargos, de temperamento explosivo, con un corazón intolerante. Algo violento:  está dispuesto a hacer desaparecer una aldea samaritana por no quererles recibir porque iban a Jerusalen (Lc 9,54).Ambicioso:  quería ocupar los primeros puestos (Mc10,35-57). Exclusivista: una vez prohibió curar enfermos en el nombre de Jesús porque no pertenecían al grupo (Mc 9,38).

En cambio, los relatos del Evangelio en los que aparece el discípulo amado muestran al modelo ideal, ubicado en los momentos más difíciles y felices de Jesús; el seguidor perfecto. Nunca está fuera de lugar ni es reprendido por Jesús. Es esto especialmente lo que nos impide creer en Juan como el discípulo más querido, y tampoco de ninguno de los demás discípulos conocidos. Es demasiado perfecto, demasiado brillante. Cumple siempre con una actuación tan correcta y virtuosa que no parece ser alguien real y cercano a Jesús. Parece que el discípulo amado, como lo relata el cuarto evangelio, no existió. Las escenas en la que aparecen no son históricas, sino idealizadas, como si nos quisiera, lo digo con humildad, enseñar cómo debería ser todo discípulo, todo seguidor de Jesús.

El autor del cuarto evangelio que nos presenta la figura del discípulo al que Jesús amaba no intento retratarse, ni presentar una persona histórica, sino retratar a todos aquellos que, a lo largo de la historia, se esfuerzan por vivir como el Maestro planteó. Estos son los amados de Jesús. Es un personaje con rostro anónimo, pero muy cercano a cada cristiano, que intenta vivir de manera consecuente y mirando el ejemplo de Jesús. Es un rostro anónimo. ¿Podríamos ser tú o yo?

P. Ignacio X. Ortiz msf.

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