Apropiarse la vida

manos– Desde que estás enfermo, me dices, sientes que no estás condicionado por el presente. Que has conseguido apropiarte de tu vida como nunca y que el vértigo vital que envolvía tu existencia se ha convertido en calma revalorizadora. Bonitas palabras, pero no te entiendo… ¡Cualquiera que te escuche diría que estás contento por estar enfermo!

– No es eso, te lo aseguro. Pero creo que necesitaba parar- o que algo me parase- para repensar el sentido de todas las cosas que me han pasado. Necesitaba tiempo para recordar las ideas que han conducido mi vida, y desde que estoy enfermo le doy otro valor a la vida.

– ¿Otro valor?

– Sí, mira. Ahora sé que soy irrepetible y que cada circunstancia que he vivido ha sido singular y única. Ahora disfruto cada visita como un oportunidad para crecer.

– ¿Has olvidado tu diagnóstico? Tu vida se acaba…

– No, he olvidado la necesidad de utilidad y pragmatismo que envolvía mi vida. He descubierto la gratuidad y la sinceridad. Ahora que mi realidad se impone a lo bestia, he perdido la careta y veo la vida desde los afectos. ¡Ah, y he descubierto a Dios!

– ¿En qué orden?

– Dios primero, aunque me he dado cuenta después.

– No entiendo…

– Me he dado cuenta que todo ha cobrado sentido por Él, aunque yo no fuera consciente al principio.

– ¿Y bien?

– Su presencia me ha hecho ver la cercanía de los demás, la necesidad de superar odios e ideas absurdas. ¿Te das cuenta de que estoy sano de todo eso? Ahora soy dueño de mi vida; antes fui esclavo de ella.

– ¿Y qué tiene que ver Dios en todo esto?

– Tiene que ver todo. Es desde el alma que Dios te hace ver su compasión divina y que lo demás te vean como si le vieran a Él, ¿entiendes?

– ¿Y el sufrimiento?

– Desde el amor, el sufrimiento deja de hacernos daño y desaparece el miedo. No quiere decir que me guste estar enfermo, pero está pasando y lo acepto. Y comienza el cambio… Aquí nace el milagro: el amor de Dios no cambia mi situación, pero le da sentido. Es mirar el mundo desde la elección del amor, dejando de lado cualquier miedo o conflicto.

– Creo que entiendo. ¿Fe en el amor?

-Sí, solo el Amor es digno de fe.

-Con mayúsculas…

– Claro. Preparémonos para el milagro. Y cuando suceda sonriamos en silencio para no desperdiciar ni un minuto de tal maravilla.

César Cid

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